viernes, 15 de agosto de 2008

El lenguaje áspero del peronismo

La reestatización de Aerolíneas se convirtió en un test politico clave para el gobierno de Cristina Kirchner.

Aerolíneas: un nuevo test político para el Gobierno. Por Julio Blanck.

Diez diputados. Eso es lo que hoy dice el kirchnerismo que "le sobran" para aprobar la ley de reestatización de Aerolíneas Argentinas. Pero esas diez manos de margen, esa comodidad anhelada y trabajada con minucioso afán por la conducción del bloque que lidera Agustín Rossi deberá pasar todavía la prueba implacable de la realidad. Es que la reestatización de Aerolíneas, pensada originalmente como parte del plan de resurrección del kirchnerismo después de la derrota por las retenciones, va camino de transformarse en un test político de alta sensibilidad institucional.¿Qué podría pasar si el proyecto oficial resulta derrotado otra vez por la conjunción de los bloques opositores y las expresiones de rebeldía peronista, que tan vigorosas asomaron en el conflicto con el campo? La respuesta es, cuanto menos, preocupante. Que eso suceda no es lo más probable, pero es perfectamente posible. Y el Gobierno quedaría en un estado de debilidad política mayúscula. Tanto, que sería difícil imaginar un tránsito hacia la elección legislativa de medio término de 2009, y mucho más hacia la transición presidencial de 2011 sin cambios profundos en el actual equilibrio de poder.¿Qué supone esto? Que el Gobierno, quizá, se vería obligado a buscar acuerdos puntuales con los gobernadores y legisladores peronistas sobre su agenda y su propia gestión. Esto, sin entrar a considerar cualquier otra variante institucional más drástica.En sentido contrario, un triunfo kirchnerista en el Congreso podría darle al gobierno de Cristina una dosis extra de oxígeno político, ese que hoy corre el riesgo de agotarse nuevamente en poco tiempo si el cambio de estilo de la Presidenta y el impulso que le dio Sergio Massa con su llegada a la Jefatura de Gabinete no son acompañados por medidas efectivas que den cuenta de la necesidad de cambiar no sólo formas, sino también contenidos de la gestión. Sobre este escenario se construye la calidad especial que contiene la reestatización de Aerolíneas.En sectores de la dirigencia peronista aseguran que no sería extraño ver, en las próximas dos semanas, cómo se oscurece el horizonte de aprobación más o menos segura que hoy tiene el proyecto de Aerolíneas al impulso de objeciones y cuestionamientos desde el propio peronismo. En eso habría tanto de desacuerdo genuino con la cuestión de la línea aérea como de calculada toma de distancia del Gobierno, mientras escrutan sus movimientos cotidianos.La cuestión es si, antes de que llegue el momento de votar por Aerolíneas, hay una señal clara acerca de que Cristina tomará un rumbo que le permita achicar la brecha grande abierta con buena parte de la sociedad, con las provincias y con fuertes actores económicos. Esa señal tiene nombre y apellido: Guillermo Moreno, quien más allá de sus calidades personales se transformó en un fuerte símbolo negativo.En el curso de esta semana, ministros del Gabinete nacional y secretarios de Estado, legisladores de fuerte peso político y más de dos embajadores políticos coincidieron en señalar a Clarín que la salida de Moreno, o al menos su desplazamiento del control del INDEC, sería una medida conveniente, necesaria y urgente. Pero en el oficialismo, aun con fisuras cuidadosamente calculadas, sigue dominando la ley del silencio. "Si hablás es peor", dicen los que opinan, estrictamente en privado, que habría que correr sin más a Moreno del centro de la escena.El lento pero evidente trabajo de desgaste público sobre Moreno y los números del INDEC, que se desplegó en estos días desde el propio riñón oficialista, podría ser el anticipo de movidas mayores. Sería también un intento por evitar que el triunfo se lo lleven otros. Es una jugada menor y poco consistente, pero está sucediendo. Aunque todo choca, hasta ahora, con Néstor Kirchner, que oficia como garante de última instancia para la continuidad de Moreno.Claro que en el vaivén de versiones y conspiraciones también se juega la situación de Massa y las dudas sobre su verdadero margen de maniobra como jefe de Gabinete. Y la posición incómoda del ministro de Economía, Carlos Fernández, al que todo el tiempo parecen estar buscándole reemplazante. Y el futuro de algunos ministros que quedaron colgados del pincel cuando se fue Alberto Fernández. Y la convivencia tan difícil con el vicepresidente Julio Cobos, que abiertamente construye un espacio político propio.Algunas cosas van a ocurrir, sin duda, porque la crisis abierta por la derrota por las retenciones todavía no está suturada. La cuestión, ahora, es saber si ocurrirán antes o después que la reestatización de Aerolíneas llegue a votación en el Congreso. Esto es, antes o después que el peronismo, casi sin distinción entre oficialistas y rebeldes, con su lenguaje áspero, le haga saber al Gobierno su opinión sobre las cosas que deberían cambiar.

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